lunes, 29 de abril de 2013

Ridículas metáforas consensuales.


Yo amaba los columpios.
Yo amaba una mujer.

Un día la mujer me contó que en los columpios
las mujeres de cabellos serpenteados,
se marean.

Yo amaba los columpios.
Yo odié a una mujer.


Mi cabello es serpenteado*
Los columpios nunca me habían mareado*
Contemplé la posibilidad que ella propuso, efectivamente, me mareé*
Yo amé una mujer*
Yo odié esa mujer*
Murió la mujer –no envié flores-*
No me arrepiento*

Podrán marearme los columpios, pero nunca podrá marearme el fondo del mar.*
(ahora no tomo mujeres de la tierra. 
Lo que es del aíre al aíre; 
lo que es de la tierra a la tierra; 
lo que es del mar, no flota.)



J.C


domingo, 28 de abril de 2013

La tierra

No sé qué pensará de que
robe sus cigarrillos.
No sé qué pensará cuando
percibe que mi olor
es más similar al
sudor que al de flores azules.
No sé qué pensará cuando
estoy a su lado y no digo absolutamente
nada
durante una o todas las horas.
No sé qué pensará de mis labios mal pintados
o de mi ropa desgastada
o de mis uñas sucias;

Sé que hay poemas que
de título llevan su nombre.
Sé que no lee mi poesía y
que no juega con mi cabello.

Pero en algunas noches,
ella
sostiene mi mano;
y así,
sólo no tengo que
pensar.


J.C


lunes, 22 de abril de 2013

El hilo de mi vida.


Un carretel mi amor,
eres un carretel con tanto hilo.
Tu cabello es mi hilo
sí mi amor, tu cabello es el hilo de mi vida.

Tú coses mi cielo.

Somos unas telas muy suaves,
tan livianas, tan livianas
tan tersas, tan tersas
tan vulnerables, las más vulnerables
las incompatibles
las irresistibles
las irreales.


Somos las agujas mismas
que rompen puntada por puntada
la tela.

Eres el hilo (el vicio)
somos las telas
somos las agujas
somos el dolor de cada punzada
somos la sangre.
Somos el velo
un velo nítido
que no deja ver nada.


Somos el odio.
Somos la furia.
Somos.

Me coses
Me coses

Me sueltas, te suelto al viento
Sí mi amor, te suelto al viento que sale de mi boca
/ de nuestras bocas.

La inspiración
sí mi amor, eres la musa que duele
que hiere
que escarba.

Escarbas la tela (la tierra)
la tierra de la flor de lino que somos
que fuimos.

Eres la flor,
sí mi amor también los pétalos que
se enredan (ensartan) en mí
y los que caen en el rio
o en el suelo (también los que piso)
Eres la lluvia mi amor
la yerba
eres las hojas de hierba
como el libro que te gusta.

Las hojas (los ojos)
Las voces,
Los idiomas,
Sí mi amor eres el libro,
El poema
La concha de nácar de un botón tornasolado.
Cada metáfora (cada metáfora que no entiendo.)


Pero yo amor, coso los botones con las manos y
los arranco con los
Dientes.

J.C
inconcluso, pero
ya nadie hay que lo 
termine.


lunes, 15 de abril de 2013

Parque- final- elegía.



Era era.

Sus manos nacían al lado de cada cosa
y de cada flor.

Temíase siempre su rotura
y a ella parecían converger los números y las estrellas.

El amanecer encontraba sus cabellos perdidos
y sus ojos depositados en sus propias orillas.

La noche la sorprendía siempre entregada a
sus oficios más antiguos
acompasándose de un corazón nuevo y silencioso.

Era solícita y tempestuosa
y no se parecía en nada a la luna.

Álvaro Cunqueiro.

IX. Lied marino



Vine a llamarte
a los acantilados.
Lancé tu nombre
y sólo el mar me respondió
desde la leche instantánea
y voraz de sus espumas.
Por el desorden recurrente
de las aguas cruza tu nombre
como un pez que se debate y huye
hacia la vasta lejanía.
Hacia un horizonte
de menta y sombra,
viaja tu nombre
rodando por el mar del verano.
Con la noche que llega
regresan la soledad y su cortejo
de sueños funerales.

Álvaro Mutis

No tenemos conjuros.

Lo canta el adivino
Porque ha visto en los sueños
Naves purpúreas
O un jardín remoto
Todo habrá de llegarnos la celeste
Penumbra de un castillo el otro reino
O en la rama florida
De lo real la rosa fabulada
No tenemos conjuros
Quien crea en la leyenda
Puede mirar las nubes
Verá que empieza a detenerse el /tiempo.


Giovanni Quessep.

domingo, 14 de abril de 2013

Otros paisajes.

Empapelaste todas las ventanas
con otros paisajes.
Pintaste el techo,
y también tu infierno.

Te pusiste a bailar
dentro de ti,
te pusiste a bailar.

Le pusiste caras
a todas tus plantas.
Y a cada bombillo
decoraste con auras.

Y te pusiste a bailar
dentro de ti,
te pusiste a bailar.

Y por montones
los ventiladores,
pusiste en esquinas,
todos los rincones.

Cerraste los ojos
te pusiste a volar,
dentro de ti,
te pusiste a volar.

Camila López.


miércoles, 10 de abril de 2013

Las ventanas

En estas oscuras piezas, donde paso
días agobiantes, voy y vuelvo arriba abajo
para hallar las ventanas. -Cuando se abra
una ventana habrá un consuelo- .
Mas las ventanas no están, o no puedo
encontrarlas. Y mejor quizás que no las halle.
Acaso la luz sea un nuevo tormento.

Constantino Petrou Cavafis.


Lluvia.

Llueve y tú dices es como si las nubes
lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras
el paso. ¿Como si esas nubes escuálidas lloraran?
Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,
esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?
La Naturaleza oculta algunos de sus procedimientos
en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde
que consideras similar a una tarde del fin del mundo
más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo
una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida
en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien
la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos
que resuenan en el camino del acantilado importan;
Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya
en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo
del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.


Roberto Bolaño.

martes, 9 de abril de 2013

Oda a la envidia

Yo vine
del Sur, de la Frontera.
La vida era lluviosa.
Cuando llegué a Santiago
me costó mucho cambiar de traje.
Yo venía vestido
de riguroso invierno.
Flores de la intemperie
me cubrían.
Me desangré mudándome
de casa.
Todo estaba repleto,
hasta el aire tenía
olor a gente triste.
En las pensiones
se caía el papel
de las paredes.
Escribí, escribí sólo
para no morirme.
Y entonces
apenas
mis versos de muchacho
desterrado
ardieron
en la calle
me ladró Teodorico
y me mordió Ruibarbo.
Yo me hundí
en el abismo
de las casas más pobres,
debajo de la cama,
en la cocina,
adentro del armario,
donde nadie pudiera examinarme,
escribí, escribí sólo
para no morirme.

Todo fue igual. Se irguieron
amenazantes
contra mi poesía,
con ganchos, con cuchillos,
con alicates negros.

Crucé entonces
los mares
en el horror del clima
que susurraba fiebre con los ríos,
rodeado de violentos
azafranes y dioses,
me perdí en el tumulto
de los tambores negros,
en las emanaciones
del crepúsculo,
me sepulté y entonces
escribí, escribí sólo
para no morirme.

Yo vivía tan lejos, era grave
mi total abandono,
pero aquí los caimanes
afilaban
sus dentelladas verdes.

Regresé de mis viajes.
Besé a todos,
las mujeres, los hombres
y los niños.
Tuve partido, patria.
Tuve estrella.

Se colgó de mi brazo
la alegría.
Entonces en la noche,
en el invierno,
en los trenes, en medio
del combate,
junto al mar o las minas,
en el desierto o junto
a la que amaba
o acosado, buscándome
la policía,
hice sencillos versos
para todos los hombres
y para no morirme.

Y ahora,
otra vez ahí están.
Son insistentes
como los gusanos,
son invisibles
como los ratones
de un navío
van navegando
donde yo navego,
me descuido y me muerden
los zapatos,
existen porque existo.
Qué puedo hacer?
Yo creo
que seguiré cantando
hasta morirme.
No puedo en este punto
hacerles concesiones.
Puedo, si lo desean,
regalarles
una paquetería,
comprarles un paraguas
para que se protejan
de la lluvia inclemente
que conmigo llegó de la Frontera,
puedo enseñarles a andar a caballo,
o darles por lo menos
la cola de mi perro,
pero quiero que entiendan
que no puedo
amarrarme la boca
para que ellos
sustituyan mi canto.
No es posible.
No puedo.
Con amor o tristeza,
de madrugada fría,
a las tres de la tarde,
o en la noche,
a toda hora,
furioso, enamorado,
en tren, en primavera,
a oscuras saliendo
de una boda,
atravesando el bosque
o en la oficina,
a las tres de la tarde
o en la noche,
a toda hora,
escribiré no sólo
para no morirme,
sino para ayudar
a que otros vivan,
porque parece que alguien
necesita mi canto.
Seré,
seré implacable.
Yo les pido que sostengan
sin tregua el estandarte
de la envidia.
Me acostumbré a sus dientes.
Me hacen falta.
Pero quiero decirles
que es verdad:
me moriré algún día
(no dejaré de darles
esa satisfacción postrera),
no hay duda,
pero moriré cantando.
Y estoy casi seguro,
aunque no les agrade esta noticia,
que seguirá
mi canto
más acá de la muerte,
en medio
de mi patria,
será mi voz, la voz
del fuego o de la lluvia
o la voz de otros hombres,
porque con lluvia o fuego quedó escrito
que la simple
poesía
vive
a pesar de todo,
tiene una eternidad que no se asusta
tiene tanta salud
como una ordeñadora
y en su sonrisa tanta dentadura
como para arruinar las esperanzas
de todos los reunidos
roedores.




Esa noche besé mujeres con pepas en sus bocas. Bailé, bailé, bailé sólo para no morirme como quien dice el poema de Neruda.


lunes, 8 de abril de 2013

Melancolía.

La historia de la melancolía
nos incluye a todos.
me retuerzo entre las sábanas sucias
mientras fijo mi mirada
en las paredes azules
y nada.
me he acostumbrado tanto a la melancolía
que
la saludo como a una vieja
amiga.
ahora tendré 15 minutos de aflicción
por la pelirroja que se fue,
se lo diré a los dioses.
me siento realmente mal
realmente triste
entonces me levanto
PURIFICADO
aunque no haya resuelto
nada
(...)
hay algo mal en mí
además de la
melancolía.


jueves, 4 de abril de 2013

El oleaje.

“Al igual que amas los libros que te hacen llorar, las sonatas que te han cortado el aliento, los perfumes que te insinúan renunciamientos, a las mujeres extraviadas entre el cuerpo y el alma, así sucede con los mares: te enamoras de aquellos cuyo oleaje induce a ahogarse en su seno.”

— Emile Cioran: Breviario de los vencidos.EL