Compañera, la más fiel en la historia, los tiempos siguen duros, como nunca, y me sigue perteneciendo la necesidad de tu traición.
No ha cambiado nada, sigo recordando tan repetidamente la conversación que tuvimos en el ultimo encuentro. las imágenes y los sonidos, todavía subsisten, tan claros, que permanecen extravagantes y acusadores, sobreviviendo en mi memoria, tanto, que todavía en las noches la impaciencia me posee y tu presencia sumisa, me vuelve a acoger en sus brazos.
-Desértame- te exigía, suplicante de rodillas
-¿Cómo que?- decías tu, serena y quieta, inexpresiva
-¡Como cambiar una sinfonía por un cuarteto de cuerdas aturdido!- grite yo, desesperada
-No – seguías feroz, escasa de brío
-¿Por qué? –respondí, con una nota de prejuicio en mi voz
- Cambiarias mi resguardo por algún beso entorpecedor de tus muchos amantes imprudentes- seguías diciendo, tan fría como el hielo
-Aborréceme maldita- Y volví a caer de nuevo en el fracaso
Y así terminó, como cada vez que los fluidos dejaban de fascinarme: Más desquiciada que el mar, me sacudías las tristezas y me llenabas con las más efímeras alucinaciones, dejándome viviendo nítida y furiosamente enamorada de un tipo fugaz y extravagante, al cual me entregaría toda briosa en sus brazos y tocaría con el mayor gusto las praderas teñidas de sus entrañas, el único al que codicié; Me lo arrebataste toda llena de encanto, y desde aquel entonces, tu perfume barato con hedor a suplicios, compartió dulces venenos a todos los que gozaran del mas mínimo indicio.
¡No hace falta explicar porque ya no quiero que tus lenguas toquen mi paladar!
Att: Sofia
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