El ritual de destrenzarse el
cabello, preparar un café
y fumar un cigarrillo
tiene la connotación de mil
cabezas y caras en cada
remolino de los humos.
Lo amargo del café y el
cigarrillo:
el dolor de todos los ojos
que la encuentran a una (pero
una
estaba buscando sombras para
taparse)
La necesidad de fumar en cada
uno de
los rincones crece cual
metástasis del éter,
pero es una necesidad
metafísica.
Es la necesidad de ver
algo f l u í d o (y contundente)
saliendo por la boca.
Cada cosa se ha vuelto
progresivamente más
fuerte:
(los sin-sentidos, los
sin-amores, los sin-sabores)
y cual hembra que cose, supe
volver cada –sin-
en una cadena de hilos que
van en
busca de alguienes que flotan
por el cielo…
(esos alguienes tienen cara de enamoradas, siendo)
la necesidad de no ser crece
más fuerte
que todo
y los rincones se van
volviendo más y más pequeños,
las cadenetas más y vas
envolventes,
los amargos más y más i n c o n s u m i b l e s.
El viento pasa y desorganiza
el (des)orden.
El viento pasa y me (des)organiza.
Nada está sujeto.
La nada se va desdibujando-
Las palabras, apagando-
Los humos, dispersándose-
Nada está sujeto.
La (des)vida se va yendo…
Todo lo que antes era clave
hoy es conjuro.
J.Clavelez.
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