Quién iba a saber
que el Pacifico
sería olas y
casas de
muchachas
amantes de quien una
ya ama,
aguamalas recogidas
en el cuello rosado
de la que
yo
hoy,
ya con el cuerpo ido
la cara sin tiempo
la costa aporreada,
renuncio.
Y si me voy
no es que me vaya,
no,
es que ya tengo
el cuerpo cedido
el viento sucio
las ganas esquivas
que bailan
por ventanas de cortinas blancas
llenas de celosías rotas
como caracolas
caídas
no en mares
sino en camas
ahogadas.
Ella decía no conocer
la mar
como si en lo intimo
no se fuera
playas de ocasos que incendian
los parpados
el ombligo
las entrañas rojas
ardidas por la sal
que lloran las axilas,
los senos
la delicia
de éste amor
que ya ni se angustia
por las noches secas sin luna,
como si no fuera la dicha
responsable de arrullar
las playas
sino
las lagrimas
hechas ya
una marea eternamente
quieta.
Es decir,
que la mar
se volvió
el sueño brusco
el sueño brusco
que ya nunca atiende
una costa borrada
ojera cargada
por los pesares
de
ahora
ésta mar tan ebria
tan ajena
de sí misma.
Ella decía no conocer
la mar,
como si el pacifico
no planeara
volverla
su naufraga
y la mía..
su naufraga
y la mía..
J.Clavélez sin dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario