Lo primero que dios me enseñó
fue el ritmo,
y aunque al cabo de los años
ya le cogí el paso incandescente
a sus caderas,
su baile siempre ha sido
una cumbia que le emana
en lluvias y llamas de violencia
y música a los gritos
que llena el aura de la pieza
de locura y ramas anochecidas
en medio de la tarde fría
de un jueves de medellín maldito.
J.Clavélez
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