Tendrías que haberte ido ya
pero los escombros del corazón son inmóviles,
tu ausencia es el néctar de los besos que necesito
y un humo sin mí
podría ser tu vicio predilecto.
La carne de tus flores que se mezclaba en mi carne
ahora es tenue
y lo que eran gozos
se volvió un rosario mecánico de espinas y lágrimas
hecho regalo para una dios de estampillas
desnuda y aprendida de memoria.
J. Clavélez.
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