lunes, 30 de enero de 2012

El odio sea con vosotros.

La amo con todo y contra todo. Con un amor posible e imposible.
La amo tanto que tuve que dejarla libre.
La amo, la necesito.
La amo.
Me ama.
Me odia.


El tiempo no esta con nosotras.







domingo, 29 de enero de 2012

Soy un hombre melancólico.



Puede ser una tarde con estrellas
La tarde se parece a mí
Soy un hombre melancólico
Soy un poeta.
Cuando tenía 12 años fui a mi primera
fiesta y fue cuando me toco bailar por
primera vez en mi vida. Me fue muy mal.
No me cogió el paso. Me dijo: no le
cojo el paso y me dejó allí. Y yo fresco.
Pero ahora yo pienso
que si me hubiera cogido el paso ahora yo
sería bailarín y no poeta.
Hay gente que puede ser poeta y bailarín
al mismo tiempo.
Pero yo no puedo. Yo soy un hombre melancólico.
Puede ser la luna a mis espaldas.


Andrés Caicedo.




sábado, 28 de enero de 2012

Epitafio.

Se extinguió de entusiasmo y murió de pereza;
si vivo es por olvido; no ser en una pieza
él mismo y su querida fue su única tristeza.
No nació de ningún modo;
va donde el viento le deja;
es cual bazofia compleja,
mezcla adúltera de todo.
Hecho de “qué se yo”. Un lince
en cuanto a vista. Oro y poco dinero.
Muchos alimentos y... un esguince
si el brío ha de ser duradero.
Un alma inmensa para quien no tiene violón.
Demasiado amor para un mal garañón.
Muchos hombres y... ninguna demostración.

Alma seca, beoda mollera.
Tan suyo, que a sí mismo era
fuerza el poderse tolerar;
murió mirándose vivir,
y por no saber acabar
vivió dejándose morir.
Aquí yace este corazón,
flor de fracaso y perfección.



Tristan Corbière.





sábado, 21 de enero de 2012

La mujer más injusta.


La mujer más injusta del mundo esta satisfecha de mí.

De ella siempre salía un brillo que la hacia ver muy clara y acida; un acido que consumía todo y lo llenaba de rencores y de odio (ella sólo estaba cargada de eso para las mujeres) por que para ella estaba bien y el amor era algo malo si uno se lo permitía ver como algo más que la inspiración para un poema.


Tuvimos una relación pero ninguna logró darse cuenta.

Me enseño tanto. Con ella estuve en la peor época de mi vida, (por que ella fue la peor época) pero yo pensaba que era la mejor, es que yo siempre había estado dormida y ella me despertó por ser tan clarita.

Pero después se fue manchando. Me fue manchando.

Me fue manchando de todo de lo que se nos atravesaba, de pintura, de drogas, de vicios, de libros, de humo, de personas, de pensamientos; ella ponía un pie y el lugar se manchaba en minutos que volaban, por que eso sí, duro conmigo cuarenta y dos
segundos que le fueron suficientes para llevárselo todo. (María oscura)
Ella era mágica, pero no de la magia buena, sino de la magia que daña a las personas.

Yo logre quedarme conmigo y en poquito tiempo me recupere, mude de plumas, una a una las fui cambiando.

Y ahora llego otra… una que la dejaron igual de sucia que a mí. Ella y yo podemos bañarnos juntas, y así yo le limpio las manchas que ella no se alcanza a ver y ella limpia las mías.

Yo no puedo dejar de mirarla por que tras repetir algo veintiún
días, ya se vuelve costumbre y yo llevo como siete meses sentada siempre que puedo en la misma silla, en la que la puedo ver enterita.

La clara es como la gripa, no se siente pero uno sabe que en cualquier momento se despliega el virus y ataca.

Y la de las treinta y seis manchas, esta ahí como el cielo; siempre que uno lo quiero ver es sólo levantar la cabeza y ahí esta.


Yo soy las nubes.





viernes, 20 de enero de 2012

En mi patio hay cuatro ventanas.

No mueva más así la jaula que no me deja ponerle bien la toalla para cobijarlo,

Nadie ha venido a acostarlo ¿Cierto?

¿Sí ve?

Pero cuando estaba recién llegado ¡todos venían a mirarlo! Ah, y ¡cuando usted cantaba! Los enloquecía, pero como ya lleva más de un año viviendo aquí… Antes se peleaban por cambiarle el agua y por echarle más alpiste, y usted creía que tenía el mejor dueño del mundo porque él iba a la tienda a comprarle un ponquecito para darle por la mañana. Y ¡cuando usted se bañaba! Todos venían a hacerle fiesta, a nadie le importaba que el patio quedara lleno de agua y a veces vuelto un pantanero.

-(Risas)-

Pero ya, apenas me dice mi mamá `Vaya y trapeé ese patio que aquel otro lo volvió nada´


Sacarlo al patio descubierto cuando esta haciendo sol, cambiarle el agua, el periódico, taparlo para que no le dé frio, darle torta y alpiste por la mañana (o cada vez que se le acaben) se han vuelto mis tareas, sabiendo que al principio yo ni lo quería. Y así es usted tan descarado que cuando yo vengo a hacerle la visita, no es sino que me escuche por la cocina para que cierre el pico y no lo vuelva a abrir. Claro, pero cuando viene el qué le corta las alas para que no se vuele, a él sí lo quiere, y le canta y le saca “los piojitos” de la cabeza, no entiendo ni para que le siguen cortando las alas sabiendo que son lo más bonito suyo y que sólo por la torta que yo le doy, no se va a volar.

En cambio cuando yo lo veo a él, se me revuelve todo. Desleal es lo que usted, sabiendo que también me las cortan a mí por que yo no pensaría dos veces en irme volando, corriendo, trotando, caminando, ARRASTRÁNDOME.

Lo que me cortan a mí, que serían sus alas, se llama “PLATA” y a diferencia de usted, yo no podría sobrevivir más de un día sin ella.



viernes, 13 de enero de 2012

Amanecer.

Hoy te levantaste con tu predilecto ojo púrpura.
Era blanca la sábana de la amargura
y el horizonte de la pureza
teñía tu mirada de rictus oxidados.

Era el barrote, era la prisión, era el asilo
de las algas pegajosas como silencios de aves muertas.
En este minuto desvestido, ¡Sade!, te quise.

Tus extrañas manos eran tentáculos
de islas olvidadas,
pájaros negros pasaban sin delirio,
todo era cansancio de espigas
sin respuesta, las ostras abrían su carcomido
número de oficina, y las medusas de las rocas
eran sirenas con añil púrpura en los labios.
¡Cuánto olvido!¡Cuánta bajeza escuchaste de los potros enrojecidos!

En tu cerebro aullaba un lobo herido,
¡Cuánto pantano había en ti!
¡cuánto nenúfar de oloroso incienso
gastaba las mentes de los gritos!
Mas era la mañana de licor,
y delirio menstrual, tu sexo
se sobreponía a los tumbos del alma.

Vencido como las serpientes al acecho,
tu diente clavó el oxígeno de las cataratas.
¡Cuatro monjas azules te sujetaron!
¡Sade!, ¡Sade, cuánto te quise!
En el abismo del espumarajo,
en la epilepsia del ruido,
no hubo nadie que te escuchara.

Fuiste así el vampiro de los coches nocturnos,
la piedra rodada en los prostíbulos rojos,
la sutil emanación de los pezones iluminados;
no hubo nadie que te escuchara.

Fue aquella noche cuando dijiste a los delirios
que el mundo estaba acabado,
que una copa de tinte negro
valía más que el cofre de una hostia;
no hubo nadie que te escuchara.
En la mañana de la noche tu cabello revuelto
vago por las callejuelas de los cálices,
en la mañana, las estrellas de tus dientes
comieron de la fruta prohibida...

¡Sade!, ¡Sade!, cuánto te quise.
Tú, el odiado, supiste del escalofrío virginal,
tú, el de siempre, supiste desatar la envidia lechosa
de los primeros caminantes.
¡No!, no, no hay respuesta para tu silencio
de tortura, no hay torre que contenga tu buitre
de alhajas perdidas... todo lo diste...En las piedras, en los musgos,
en los acantilados,
en la felatina de las rendijas,
tu mirada fue víctima del picotazo.

Ya sin ojos, destruido como los huesos
de las gaviotas, infeccionaste la soledad
de tu celda.
¡Sade!, Sade, cuánto te quise.
Allí, el de siempre, allí el de las hojas sin velo,
allí el transfigurado por el gusano de los remos sin rumbo.
Es la hora del ojo negro,
es la hora donde la sangre y el reloj,
anuncian la terrible campanada de la tortura.

La sonrisa impasible se enmudece,
los miembros se trenzan en la noche sin espinas.
¡Aurora es la indicada!, ¡aurora es la vestal!
Los grillos suenan, la puerta de hierro fundido se abre.
¡Sade!, eres la demacrado de las primeras horas.



Guillermo Sáenz Patterson.


Cuanto te quise.




miércoles, 11 de enero de 2012

El recital.

Él dice que no se ha graduado pero yo sé que sí, no nos invitó porque cuando tenia mi misma edad mi mamá le decía que él iba a las escuela de música sólo para no estar en la casa “Su música es una excusa” si no hacia el oficio no podía ir; cuando ella iba a los conciertos se ponía a llorar y aplaudía con las manos muy en alto, nunca supe si lo hacia para saber si eso le gustaba de verdad a él o porque se sentía orgullosa. Su orgullo es sólo de boca, para decirle a las vecinas que él trabajaba en la Filarmónica, pero que el otro hijo estaba en Londres.
A él no le gusta la música, toca contrabajo todo el día pero cuando descansa diez minutos ve carreras de motos y de carros, y en el computador también, y los cuatro primeros sueldos los ahorro para comprarse una moto grande; la música le camuflo los sueños, ¡Se los trago!
Si eso es una excusa, es la excusa más bonita de todas