domingo, 26 de mayo de 2013

Diario de un amor que nunca acaba.

¿Cómo no creer en el amor a primera vista,
si de pronto existe Flower Tucci?
Y en los milagros, joder.
También se puede creer en los milagros.
Y en odiarte eternamente a ti,
que ahora paseas tu glamour de mercadillo
con un guapo de esos que no envidio.
Guardo aún con cierto cariño
la primera foto que me regalaste:
Tan bella, tú, mirando al horizonte
como si esperaras a alguien
que nunca fui yo.

Querido diario:
Ya no la echo de menos,
pero si la pienso conmigo
me echo de menos a mí.
Y eso sí que es un desastre.

Pensaba que....sonaba Aerosmith, creo.
La de "Crazy".
Tenía yo edad de matar y salir absuelto.
Y una chica a la que llamé amor platónico
me dejó por un chico al que apodé cabrón de mierda.
Fue en un baile.
Yo sólo movía un pie,
el resto era una fiesta.
A la mañana siguiente ganó el comunismo en la luna
y no salió el luto de mi corazón en las noticias.
No se si era Aerosmith o aquella de Bon Jovi, "Always".
Una fiesta, en serio.
Quién lo diría sin tu sonrisa.

A primera vista el amor existe, en serio.
Se quita toda la ropa
y en un primer plano sale su coño
y su culo.
Mientras yo, que soy un romántico,
me corro pensando en sus ojos.
Maldito diario:
El verano me ha pillado por la espalda
y tengo frío de no tenerla
entre mis brazos.

De la primera que me diga cariño y no me cobre.
De esa me enamoro esta misma noche
y le muestro como se llega al corazón
sin atravesar la piel,
Al orgasmo, sin rozar los labios.

Sin apenas mover la boca, me decía:
- Fóllame.
Luego daba un salto digno del circo del sol
y me follaba ella.
Y el amor era aquello que se me quedaba en la boca
después de lamerla durante horas.
Y "cariño" la palabra prohibida
y "orgasmo" su nombre y el mío
bailando en la misma frase.
Decía que... cuando me dí cuenta
que esperar era de cobardes,
cogió el atajo más cerca que tuvo al olvido
y me rompió el espejo.
Y ahora para verme guapo
Tengo que sonreírle al póster de Marilyn,
que era una mujer de esas
que existen porque nos lo contaron.

Anochece,
las perchas desnudas en el armario
reclaman tus vestidos de flores.
Coloco tu inicial sobre el polvo del mueble,
para que esta casa no te eche de menos
mientras no estoy.
Cierro despacio,
el desamor extinguió aquellos portazos
de los que nos arrepentíamos entre besos y mordiscos
cuando la cama era una orgía de nosotros.
La calle se abre a mi paso para no rozarme.
Te imagino allí, en cualquier sitio,
con tu nuevo peinado y tus mentiras a medias.
Con tus verdades que duelen
Y tus silencios que hablan.

Te imagino allí, en cualquier sitio,
acariciando a un gato o cosiendo un botón.
Planeando con el chico guapo
aquello a lo que te rendiste conmigo
por miedo al abandono.

Te imagino allí, en cualquier sitio.
Y no quiero encontrarte.

Jodido diario:
Me bebí la última, tres veces.
Y vomité su nombre.

Y sin embargo, ya ves,
aún me queda toda esta nostalgia dentro.

Lo que dura un poema.

No sabe lo que quiere,
pero de saberlo
tampoco me querría a mí.

No soy de esos hombres que sonríe en las fotos,
tengo esa mueca afligida de quién viene de un entierro,
una nube gris de aquellos a los que el amor
les llovió en verano para joderle el clima.

Y ella no sabe lo que quiere,
aunque a veces,
debajo de su vientre haya certeza de un algo
que se parece al deseo.

Mujeres a las que las promesas,
les dura un orgasmo.
y la duda una vida.

Mujeres que aprenden idiomas
para que mandarte a la mierda
no te resulte ofensivo.

Así es.

Hola soy el chico aquel ya sabes...
Y no estoy es triste
esta es mi manera de ser...
Si soy sin ella.

Creo que he hablado otras veces de Mery sue,
Mery sue es...
¿Sabes cuando un dentista te anestesia una muela y toda la boca se te duerme?
Pues ella hace lo mismo
pero con el corazón.

La miras y ya no sufres.

Te olvidas de ella
y de la otra ella, si hay otra,
se pluraliza el olvido si Mery sue,
hace con su falda vaquera el viejo truco
de hoy no me he puesto ni las bragas.

- Los borrachos siempre dicen la verdad. Decía.
Y después de la cuarta copa dijo te quiero.

A la mierda otro refrán. Así de fácil.

Y es que hay palabras que pesan más que un hombre.
Si por algún casual yo soy un hombre
y tu palabra.

Y no, no es que me guste estar solo,
es que ya no se estar con nadie.
Que no seas tú.

Que triste, que la tristeza,
se parezca tanto a no lamerte.

O que el odio y las canciones del verano,
sean tan compatibles.

Que triste que el amor
no dure siempre.
O que "siempre"
le sea infiel al diccionario.

Mery sue...
como el segundo antes del beso,
cuando los labios aún desconocen
que lo intenso era el preludio.

Y ahora no sabe lo que quiere,
aunque ayer me quería hasta la muerte
- Mas que al mar incluso. También dijo eso.
Más que a dios y al diablo si existieran,
más que al hijo que tendremos te lo juro.
Y pintaba el futuro con los dedos
manchados del amor que nos unía.

Pero hoy ya no sabe lo que quiere.
Y de saberlo,
tampoco me querría a mí.

Ahora mientras su rechazo vuela por encima de mi cabeza
con complejo de bala,
Mery sue, se ata una cola bien alta en la cabeza.
Y en la distancia (la justa)
me sonríe.
Y todo mi dolor dura un poema.

Este.


Terranova.

Suelta una nube de humo
(Creo que no podría estar con una mujer que no fume)
Parece que se ha tragado Londres,
Glasgow, o la misma Minsk
y las vomita sobre el aire
y el aire, me enamora.

Porque el aire, el que me importa,
solo entiende de ciudades
si es su garganta quien las crea,
si es su falda la que se levanta.

Dicen que en Terranova,
el lugar con más niebla del mundo,
es tan importante la belleza,
como aquí el intelecto.
Que allí además de esas tetas
tendrías que saber hacer una ecuación perfecta,
sobre lo que te quiero
y lo que te querría,
si te dejaras querer
como quisiera.

Fumar se parece muy poco a la muerte cuando lo haces tú.

Mañana llueve o eso dicen,
pienso en Mery sue,
tengo la costumbre de asociar
su rostro a cualquier tipo de humedad.

Le dije - Tengo que alejarme-
Y ella, que lo más cerca que me tuvo no fue dentro,
me dejó marchar.

Uno sabe cuanto te necesita una mujer,
cuando en lugar de echar de menos lo que fuiste con ella,
ella echa de más aquello que fue contigo.

Y ella fue nada.
Y yo hambre.

Y tú humo.
Ciudades una tras otra desde tu boca,
al mundo.
Ahí parada esperando el desamor de tu vida,
con la misma seguridad con la que se espera un taxi.
Besando filtros desnudos de carmín,
alimentando el morbo con tus pisadas
de estas calles fetichistas desde que vieron
que caminar si lo haces tú
es danzar con los bordillos.

Cómo decirte sin que suene a súplica
Que soy un poco menos hombre desde que no me miras,
bastante más estúpido desde que no me tocas.

Que floto en las ciudades que salen de tu garganta
para no sentirme extranjero de nuestro propio mundo.

Cómo decirte sin que suene a masoquismo
que deseo que te claves en mí
como un calendario en la pared
y me duela,
como duele el silencio en los orgasmos
cada día que no pases por mi boca.

Decirte que he vuelto a fumar
y que conmigo el tabaco se parece tanto a morirse,
como tu ausencia.

Decirte sin joderme el orgullo
que cada vez que te quiero y no estás
te odio y me encuentro conmigo.

Y estar conmigo ya sabes,
se parece demasiado a estar sin ti.

Y fumo.

Terranova, un lugar donde para amarte,
tendría primero que desnudar al viento
y tú no te quejarías de lo mal que miro a los ojos
después de un beso.

Un lugar donde buscarnos a tientas,
hablarnos a roces,
mientras las calles nos tragan
y cada metro de distancia
sea nostalgia entre nosotros.

Un lugar que ahora, después de tu última calada
has inventado desde tu garganta al mundo
y que se esfuma,
poco a poco,
como mi vida.

Ernesto Pérez Vallejo.


sábado, 25 de mayo de 2013

Me follo tu ausencia. Dos veces.

No es que esté despeinada,
se peina así a conciencia
y está tan guapa
que hasta crea una moda en el barrio,
aunque claro las demás solo parecen
que se acaban de despertar.
A ella el flequillo no le cae por la frente
simplemente se le lanza con descaro
a acariciarle la mejilla.

La primera vez que la miré
pensé que mi corazón se había convertido
en una cajita de música.
No se que melodía trataba de tocar
pero la vida,
la misma que era una mierda cada mañana
se convirtió en un baile.

Cada vez que no apareces por mi sueños
yo los llamo pesadillas.

Si ella supiera, ella,
que se traga todo el paisaje con su presencia,
que yo, que no soy nadie,
la amo,
seguramente pasaría por mi lado con la cabeza más erguida,
con un botón de más abrochado
y no movería el culo como ahora,
como una ola que nunca rompe.

Ella solo sabe que si no anda más deprisa,
quizás pierda el autobús,
que no se puede permitir un taxi,
que en la próxima esquina está el hombre que la mira raro
que necesita un cigarro,
un beso
y otro café.
Ignora que yo la llevaría en brazos al futuro,
que si me dice - Hola-
solamente hola,
me temblaría tanto su palabra en la boca
que le haría un ático en mi sonrisa,
un estanco en el centro de mi pecho,
un café de dos suspiros
y el amor si hiciera falta
en la esquina que ahora dobla sin mirarme.

Cada vez que no apareces esta ciudad
se parece demasiado a estar conmigo
y estar conmigo se parece demasiado a estar sin ti
y estar sin ti se parece demasiado a esta ciudad.

Silbo, el último eco de la canción de mis latidos,
mastico el perfume que has dejado sin saberlo,
me follo tu ausencia. Dos veces.
Memorizo los colores de tu ropa,
imagino como duermes abrazada
a las promesas que te hiciste de pequeña
y te haces una bola en el colchón
y ruedas desde tu almohada
a este poema.

Y te sienta bien, el verso,
casi tanto como el pantalón negro
con la camisa blanca,
que sueles ponerte los jueves,
casi tanto como la flor del pelo
de aquel domingo que nos cruzamos
en una calle que se llama como tú
porque yo se lo puse.
Casi tanto como el color de tu piel
a juego con tus ojos
y con las ganas que yo tengo de abrazarte.

Y volverás a pasar deprisa,
mañana tal vez,
o el otro,
con tu cabello despeinado
persiguiendo autobuses,
necesitando un cigarro,
otro café
y algún beso.

Y yo a un simple - Hola- de distancia
te estaré esperando como siempre.


Mujer sola.


Mejor signo de libertad
no encuentro
que esta noche a solas sin miedo al teléfono
babeando deliciosamente
la almohada
la pierna atravesada
el camisón enrollado
oscuridad total como me gusta
y la seguridad
de que nadie perturbará
mis sueños
hasta que yo misma lo determine

noche autónoma de absoluto silencio
en la que empiezo
como nunca antes
a gustar de mí.

Mónica Albizúrez Gil

viernes, 24 de mayo de 2013

Éste dolor de cabeza.



Anochece de golpe,
estoy cansado de fingir veranos.

-Hola, ¿te llamas Laura?

Un clavo no saca otro clavo
solo mete más dentro.

Podías sonreírme así como si estuvieras a punto
de salir en una foto de boda.

Yo una vez iba a casarme,
luego recordé que el amor dura
lo que tarda una pastilla de efferalgan
en disolverse en el agua.
Me compré un perro.

A veces me duele la cabeza.
Hoy me duele la cabeza.
Ayer me dolía la cabeza.
Mañana me dolerá no verte en mi cama.
Luego la cabeza.
Otra vez.
Creo que pienso demasiado.

- Te sientan bien esos vaqueros,
¿En serio que no te llamas Laura?

- Si quieres quedamos como amigos.
Eso dijo, como si en la amistad
cupieran los besos
que quiero darle.

Cómo explicarle que yo sólo soy amigo
de quien no quiero follarme.

Hace un mes que no me coge el teléfono
se ha tomado en serio la amistad
hay que reconocerlo.

Se llama caleidoscopio,
mi perro,
le puse un nombre largo
para no tener que llamarlo.
A veces me gustan que las cosas vengan solas.
Como la lluvia.

Tampoco es que sea un imposible,
hay mujeres que por cincuenta euros
se llaman Laura toda la noche
o cinco minutos.
Depende de cómo la pienses.
Pero no por tener una caracola al oído
ya puedes sentir el mar.

Fingir veranos se me da mal,
imagino que las olas que borran mis huellas
lo hacen para que nadie me siga,
casi nunca voy a ninguna parte.
Aunque hubo una vez que tenía la dirección correcta
pero cogí un atajo
y me perdí.

El amor hay que caminarlo despacio
si corres por llegar antes
también estarás borrando el después.

Y después del después no hay nada más
que una pastilla de efferalgan en un vaso de agua
y este dolor de cabeza.


Encefalograma dominical- Ernesto Péres Vallejo



jueves, 23 de mayo de 2013

Sobre un tema romántico.

Cada día visitaba la casa.
Las palabras dispuestas,
la estancia en la penumbra
de las horas más cómplices,
ambos sentados en el corazón de la noche
desvelando al unísono
la dudosa frontera de la luz y la sombra.
Fuera, el verano encendía la isla.
Los ecos llegaban apagados y oscuros
como nos llega aquello que sabemos cercano
y, además, conocemos.
Leíamos de nuevo -renovando aquel rito-
la vida imaginada que enfrentábamos juntos,
la común experiencia: nuestros viejos deseos,
las lecturas amadas, los paisajes que fueron
nuestra propia mirada,
lo que perteneciéndonos era revés y causa,
el final y el principio.
Vivir era más fácil parecía sencillo.
Nos bastaba sentir nuestra voz encendida
y la muda presencia de las altas estrellas.
Al alba, de regreso, cada cual conservaba
la secreta esperanza de iniciar nuevamente
el texto abandonado, el libro perseguido,
por siempre inalcanzable.

La sombra dorada.



Abro la verja del jardín sin nadie.
Espera mi llegada el viejo limonero
y al verlo me parece
que no hubiera pasado en parte alguna
todo este largo tiempo,
que siempre hubiera estado
sentado en esta sombra, silencioso,
viendo pasar los días
con la mirada turbia de los que nada esperan,
pero al fin sobreviven.
Con tanta asiduidad he recordado
este mismo lugar
que no es extraño
sentir la vuelta a casa
como un hecho casual como si ahora
volviera una vez más y simplemente
cerrara una vez más la misma puerta.
La casa es hacia dentro el laberinto
que siempre he perseguido. Permanece
sitiada por los muros
azules de la infancia,
por ecos de una edad sobrevenida.
En la azotea,
el puerto sigue siendo un sueño antiguo
y arriba en las estrellas
leo de nuevo
el rumbo del viaje que comienza.




Alvaro Valverde.

Ciudad de ceniza.

Una ciudad es todas las ciudades.

Cruzas el mismo andén, las avenidas
iguales y lejanas, tan inhóspitas
como esos edificios que proyectan
su luz vítrea y opaca en el asfalto.

Una ciudad es sólo un sentimiento
de euforia o de catástrofe, un círculo
que es suma de otros círculos
igual de fantasmales.

Es un azar, una ciudad; un tramo
entre dos direcciones de ida y vuelta,
y un idéntico fin y un mismo origen.

Con la mirada hundida, el paso rápido,
recorres sin cesar las mismas calles
que desoladas cercan tu destino.

Alvaro Valverde.


miércoles, 22 de mayo de 2013

De un Viajero.

Quise volver de donde no se vuelve.

Si el viaje duró lo que dura una vida,
fue el destino culpable.
Nada hice que hoy me recuerde el pasado.

Una bruma extravía los mares que cruzara
y en el puerto se cubren las balizas de sal.
De las ciudades guardo la nostalgia del límite
y ningún barco lleva el nombre de mi reino.

Demoré la llegada sin saber que perdía
esa clave dudosa que dibujan los atlas.
Sólo sé que fue inútil.
Viviré de olvidarme.

Álvaro Valverde.


Y de repende dije: esto es la vida.

Y de repente dije: Esto es la vida.
Esto y no más. Palpé su forma cierta.
La adiviné mortal. El alma, alerta,
vibró un instante toda estremecida.

El rojo amor con honda sacudida
-oh vida, oh viento- abrió la última puerta.
Y allá en el fondo de la estancia abierta,
brilló mi muerte entre la luz dormida.

Esto es la vida, dije, esto es la muerte,
ésta la tersa luz, la honda luz suave,
la cósmica pasión, el sueño inerte.

Esto eres sólo, sí. Y con paso grave
me adelanté hacia el fondo para verte,
llegué a la puerta y di vuelta a la llave.

Vicente Gaos.


A la tristeza.



Si no fuera por ti...
si no fuera por ti, que cada tarde
tuyo me haces cuando el sol declina,
cuando todo es tan bello porque es triste,
y hundes más mis raíces
de hombre en la tierra... de hombre inmensamente
solo bajo el poniente en que Dios huye.
¿Qué sería de todo, qué sería
de nosotros? Ah, nunca
nunca hubiéramos visto
el secreto misterio de las cosas.

Oh, tú, tristeza, madre
de toda la hermosura que ha creado
el hombre en el dolor que da tu mano
con su dulce castigo...
No te apartes de mí, ven cada día
a hacerme triste, a hacerme hombre, hijo tuyo...
Visítame.



Vicente Gaos.


Amanecer.

Siento llegar el día como un rumor de animales,
a la orilla del pantano, de la fiebre, del junco,
más allá, entre las colinas de viento oscuro,
donde la luz se levanta con desgarradas banderas,
como resplandor lejano de una montaña de cuarzo.
He aquí la sombra en torno a mi existencia, el búho,
el río que arrastra oro, la serpiente de coral,
el esqueleto del explorador, el fango de mis pies.
La noche ha quemado el maíz, ha apagado los metales,
ha dado reposo a la adormidera, ha refrescado la sangre,
ha libertado los reflejos azules de la selva, de la hoja.
Una resonancia, una resonancia oscura es mi corazón:
eco en el abismo, piedra que rueda por el monte,
brillo en la puerta de la cueva, fosforescencia del hueso.
En la infancia, al pie del arco iris o del relámpago,
junto al cabrito que saltaba en torno a la madre,
jugaba con un pequeño tigre de cálida voz ronca,
de suave pelambre estrellada, como un signo del zodíaco,
de rabia lenta y tensa, como el despertar de la furia.
Ahora siento en el aire límpido del bambú y el helecho,
surgir las formas de las doncellas, bajo la fronda,
en la selva de árboles aromáticos, coronadas de orquídeas
descendiendo al río, a la cascada de transparente curva,
que resuena en sus diamantes como una leyenda.
Formas de la gracia, sus perfiles abandonan sus melenas
a la brisa; formas de la vida y de la muerte,
sus senos tiemblan en las penumbras de los juncos;
formas del oscuro delirio, sus muslos se suavizan
como una fruta partida; formas del tiempo humano,
sus pies hacen temblar las flores silvestres.
Como el venado tras de su compañera en la colina,
persigo a una joven diosa desnuda, bajo el sol.
Viene el olor agrio de los árboles destrozados
por la ira de la noche; viene el olor de la sangre,
del animal devorado, el olor de los minerales,
el olor del río entre las raíces y las flexibles lianas.
El día derrama su transparente maravilla, como un vuelo,
como el color innumerable, como la crisálida
de herméticos destellos, como el insecto plateado,
como el hechizo en las formas relucientes,
como el vuelo de mariposas que salen de una gruta incendiada
y comienzan a temblar en el ardiente cristal.
Acerco mis labios al claro manantial de íntima música,
junto a la sardina y a la piedra limpia y pulida como una joya;
mientras la nube pasa y el ave sale de su nido,
y la serpiente muestra su lengua maldita, y se enrosca,
y espera o avanza por la espalda sudorosa del día.
Me hundo en las palpitaciones reverberantes, en las ondas,
en el temblor divino, donde se abre la rosa de montaña,
en los brillos fugaces, en la imagen insondable de Dios,
que ha creado los cielos y la tierra, con esta geografía de fuego,
y ha dado a mi corazón la forma del día y de la noche,
mientras oigo correr los animales, persiguiéndose, amándose,
devorándose, ensangrentando las yerbas, las flores y las peñas.
Soy el día, y el viento levanta sus ramajes en mi alma.

Vicente Gerbasi.


martes, 21 de mayo de 2013

Presente.



Me desboco
En las arterias de tu música,
En sus ojos de neón.
Abrazo claros de luna.
Hago equilibrios
En las aristas de la madrugada,
Destruyo los límites,
Altero el orden de los días y las noches.

Para curarme
De la ceguera de tu boca,
Vierto licores envenenados
Que adhieran tus paredes
A las mías.
Enhebro en tu lengua
El hilo de mis deseos.
Me anudo en tus labios.
Danzo en tus vértices

Agotando las horas.



Goya Gutiérrez

Viernes

¡Risas bajo el sol,
marfil genuflexiones tímidas, las manos en las cosas de la tierra...
¡Viernes!, ¡qué verde era la hoja, y qué nueva tu sombra,
las manos tan largas hacia la tierra cuando, cerca del hombre taciturno,
meneabas bajo la luz la azul corriente de tus miembros!
-Ahora te han obsequiado un rojo andrajo.
Bebes el aceite de las lámparas y robas en la despensa;
deseas las faldas de la cocinera que es gorda y olorosa pescado;
miras en el cobre de tu librea tus ojos que se han hecho embusteros
y tu risa, viciosa.


John Perse Saint

jueves, 16 de mayo de 2013

Tengo el alma quemada.



TENGO el alma quemada

Por saliva de sapo

Fingiendo que descubro

Tapo

La palabra me infecta

Bajo la piel de apariencia

Pongo remedio seguro

Paciencia

En este mal no se vive

Pero tampoco se muere

Cuando el ave no vuela

Corre

Quien no llega a las estrellas

Las puede ver desde la tierra

Quien no tiene voz para el canto

Berrea




José Saramago.

martes, 14 de mayo de 2013

Dolores de palabra.



No es a mí al que se le queman los ojos,
no, no es a mí,
no soy el que es tragado por el sonido
de un televisor en una habitación oscura,
no soy ese al que el sonido y la marcha
de la vida le atravesaron la memoria,
no soy aquel muchacho
que tirado en un colchón frío
su corazón arrastra
contra el suelo,
llevo y no una herida en la memoria del color del cielo,
no soy ese,
no se fíen,
no lo vean diluirse con la lluvia,
no me vean tampoco a mí,
no soy el que tiene un poema
de humo en la garganta,
un poema
para su mamá
con el perfume de una cárcel
perdida en la memoria,
no soy ese, no puedo ser
el que abre las cortinas
para descubrir que no hay nada
en su pasado,
no soy la mano del niño
ni el golpe
ni la tierra
ni el olvido
el más remoto olvido,
mamá,
mi pasado es mi destino,
mamá,
hay un barranco en tus ojos,
de allí nacieron todos mis poemas,
eso también se lo dije a papá
en silencio alguna vez
pero no me creyó,
nadie cree nunca lo que escribo,
mi tristeza no es una ficción literaria
mi amor no es una ficción literaria
mi vida no es una ficción literaria,
tengo desgastadas las encías y me pudro
me pudro a diario mamá,
puedo verte asomar una caricia
otra caricia
abrazada a un gesto,
pero mamá,
te acuerdas mamá
de los guardias
de los niños,
mamá,
duermo entre tus manos
cuando estás lejos,
no lo entiendo,
no puedo, mamá,
no soy ese.


Jesús Montoya.





viernes, 3 de mayo de 2013

La gaviota.

La precisión,
la cadencia
de fuego,
la sobriedad con que se apuesta
entre el sudor y el viento,
el arenado refracta la luz
que te revelaría inmóvil.
Calzar a la medida
el arma de tu cuerpo,
el peso exacto
del silencio,
de la hora, detrás de la ventana.
Podrías estar en un pueblo
de México,
Arizona,
hay algo en este hotel
donde ya no recordás
qué viniste a olvidar.
Ahora el viaje te persigue,
cada mañana escapás
de cada noche
anterior.
El temporal presagia un punto
en que nada quede
en pie.
¿Pero estarás aquí
cuando limpien la playa de restos
de tejados, pájaros
y botes?
Ya no se ven las casas
pero están
y las banderas de Texaco.
Vendrán a buscarte.
El bus te encuentra en cualquier sitio
en que te hayas perdido,
saben que no sabés
dónde ir, como el mar
impunemente
deja a su lado lo que mata.
Hazte hombre, decís
a un mar atento a tu voz
de alto.
Masivamente pierde su eficacia,
las guerras por millones,
los accidentes de miles
nos aburren.
La sal
opaca el vidrio,
el fondo que parece
emerger es previsible,
ensimismarse es engañoso,
culpable de suicidar
o seducir.
Llevo una bala entre los dientes
cuando beso,
tengo en la lengua el gusto
a metal de la Hotchkiss,
tus muertos gozan
un funeral de escarabajos.
En los baños de rutas
o estaciones donde hago el amor
sin desvestirme, yo sé
-decís al mar que rompe
las sillas de la rambla-
lo que es un corazón,
se macera en lo mismo
que lo pudre
que es su orilla.
Aquí estoy
y no llegas,
sólo un escupitajo,
un toldo desgarrado,
como un adolescente.
Me alimento de verte.
Podés confiarme ese secreto
deseo de matar despacio
y razonado como un hombre,
hacer de tu vaivén una estrategia.
Un cazador
inventa su animal para matar;
en cada huella ve su sombra
a punto de saltar
a la existencia.
La hiena ríe última
y sola
ante los restos.
No confíes en quien bebe
ante un vidrio,
ante tu corazón que persiste
en desplegar su botín de espinazos
hebillas, caracoles,
lo que creés abandonar
te delata
con su resaca de oros,
todo es memoria
en perpetuo movimiento.
Soy, como vos, el cuerpo
de la bruma,
su límite, ir
y venir por nada que comprendas,
haszte hombre, yo te diré por qué
se agita el mar.
Tu amenaza, decís,
empieza a ser monótona,
constante tu inasible
país, tu lengua
que promete rodar en la saliva
del destino,
acabar en el vacío completo
de sentido, es decir
no escuchar.
Ya ves,
soy la granada a punto de estallar
en defensa del amor
en el momento del amor.
El bus
parece haberte olvidado,
los barcos no salen hoy,
estás atrapado
entre cielo y tierra.
La voracidad de la gaviota
resiste en el viento,
un plomeo abierto,
convincente,
cae en el alféizar.
Abrís la ventana y la llevás
a la mesa,
sabés que el barman se molesta
pero sos extranjero.
Boquea, metés los dedos
en el brandy
y dejás caer gotas
en el pico,
se retuerce con un grito afónico,
golpea contra la mesa
el ala destrozada,
se pegan plumas en tu vaso.
Vendrán a buscarte.
Vendrá el bus y el mozo
tirará el cuerpo a la basura,
dejás tus restos,
cumplís tus pactos.
El mar ruge, ciego,
después de todo no mata
para ver,
no entiende nada.
Te levantás,
esperás que te encuentren,
cada día en esos cuartos
con olor a cajones vacíos,
a cepillos o navajas olvidadas.
Cada ventana abriéndose
a un camino
que baja siempre al mar,
siempre un cartel
que dice usted está
aquí.
Siempre un lamento de gaviota,
animal de petróleo y basura
y viento,
decís, dando la espalda al mar.
Una pasión de metralla
requiere el silencio del cuchillo,
la sorpresa
en el discurso, ser
y desaparecer en acción.
Soy el disparo.




jueves, 2 de mayo de 2013

La noche de Tanabata.

Es la noche
de Tanabata
pero yo no sé dónde está
la orilla del río
del cielo.
Ni el cielo
lo dice.
No sé cuál es el puente
que nos une
y nos separa.
Yo no sé qué pasó,
la vida no es un lugar
seguro.
No hay ceremonias,
los amantes unidos
por un hilo de plata.
Sueño con calles
en las que estás caminando
mientras sueño,
al despertar es tarde.
Yo no sé qué hacer,
el amor es animal.
El camino terminaba
en un acantilado.
Iba un loco
en un coche policial,
feliz de andar en auto,
sentí miedo del dolor,
de la química,
de las palabras que se quiebran
de pronto.
Fuera de mí,
fuera de mi casa,
fuera de todo lo que te ofrecí
voy.
Pero vuelvo, no creas
que pedía más
que la intensidad del azul
ante el naranja.
Yo no sé qué pensar,
para qué
si no quiero entender,
si no hay razones
a veces.
No sé si creer otra vez
en signos que no sé leer
en el río del cielo.
No sé si buscar el puente,
quizá nunca lo hubo.
No sé qué decir,
acaso te convoco sin saber
adónde.
No importa,
haré una ceremonia incorrecta
mirando la luna.
Pregunto a tu parte oscura
si es cierto
que desayunamos juntos.
El tiempo pasa,
no hay aniversarios.
La vida gira
bruscamente,
yo no vi la señal.
Ya no sé si es mejor
perder lo que se debe
para encontrar,
antes me dije estas cosas
pero estoy cansada.
¿No hay nada que decir?
No hay nada que hacer
para desanudar las almas que se aferran
a otras almas anudadas
a otras almas.
¿No hay parte en el amor
que guarde algún recuerdo?
de la luz
sobre la contingencia.
Acaso es un torrente
continuo
y precisamente
por eso.
Ya no sé quién sos.
No pudimos despedirnos
de los muertos.
Así sin inhumar
el cuerpo de este amor
enterrará el próximo amor.
Como fui yo el cordero
bajo el mismo puñal
que habías recibido.
Ahora soy quien pregunta
al río:
el amor es un torrente
continuo
pero estamos fijos en el horror
de no permanecer.
Hasta el fuego
necesita adherencia,
sólo la noche existe
aunque nadie la mire.
Acaso el puente para dejar
en claro:
cada uno ocupa un sitio
diferente.
No era necesario,
siempre estamos solos,
siempre está a la vista.
No te pedía el alma
por un pacto,
ya no hay pactos,
“es la estrategia del demonio
hacer creer que ya no existe”.
Ya no sé si creer
en las palabras,
es la noche de Tanabata
y no lo sabés,
no leímos los mismos libros.
No sé el lugar
que no conozco,
no hay corazón tan sabio
ni vocación de tenerlo
ni quien
indique el camino.
No hay caminos,
es el momento para inventar
liturgias,
construir un gesto,
un filme o un río
para los separados eternamente.
Eternamente despidiéndose
de sí mismos.
Reconstruirse en el dolor
es otro dolor:
que lo desee
no hará que exista.
Preparo café,
ya no puedo sentir más frío
por hoy,
por este año.
Todo ha sido
una actuación en el vacío,
algo se quiebra
para instaurar.
En todo viaje, la ausencia
o volver,
se mueve el paisaje.
De todos modos el río
está cegado aquí,
tiene una sola orilla
y cada vez
se es más inteligente.
Quiero decir más triste.
Ahora sé
que está cayendo la noche
de Tanabata
como una noche
más.


Susana Villalba.