sábado, 13 de octubre de 2012

Malas Horas



Ya no llegas a mí. Tú ya no vienes
a ver mis libros y a leer mis flores,
no me enseñas la flor de tus amores, que en la maceta de tus manos tienes.

Si vieras cómo tengo ya las sienes
de esperarte en mis trágicos temblores, ¡pero cómo, dolor de mis dolores,
con mis largos dolores te entretienes!

Paso las horas sin oír tu paso,
me las paso mirándote en mi vaso, y me las paso con la luz alerta.

Así las paso, que si no te veo,
mañana encontrarás, mañana, creo, mi elegante cadáver en tu puerta.




Ciro Mendía




Fantasías, señora, fantasías..



Señora mía: ¡Escuche!
Tengo grandes sorpresas
para su corazón de antigua amada.

Ya no soy aquel bárbaro enamorado. Ahora
soy el cubiletero de las damas.

Fantasías, señora, fantasías...

¿Quiere, señora mía, que le haga de este frasco de lágrimas
un pomo de barniz para las uñas? Ahí lo tiene, gran señora mía.

¡Oh, qué uñas más rojas!
Me parece que usted, bella señora, ha estrangulado un niño.

Espere... No se vaya. ¡Oh, señora, se le ha caído un beso!
No se moleste usted... yo lo recojo, ya lo tengo en mis manos...


Pero señora, observe
los garfios de mis dedos, que por coger su beso temblando están y helados. ¿He recogido, acaso,
algún granizo rojo?

Está aquí, pues, su beso,
brillando entre mis manos temblorosas. No lo pierda de vista,
mi trabajo es muy limpio...
Hago así, hago asá... ¡y desparece!

Mire, señora mía, le devuelvo su beso, convertido
en este caramelo de manzana.

Fantasías, señora, fantasías...

Fabríqueme, señora, unas sonrisas –diez o veinte sonrisas–
que yo se las transformo
en mil pañuelos blancos.

¿No ve ya sus sonrisas diciéndonos adiós desde el olvido?

Fantasías, señora, fantasías...

Espérese, señora,
que voy a adivinarle el pensamiento... Por Dios, señora mía,


no está bien que así deje olvidado su lindo pensamiento
en las páginas frescas, satinadas, de un cuaderno de modas.
Eso es imperdonable,
señora de los guantes enlutados.

Fantasías, señora, fantasías...

¿Enojada se va, señora mía,
de mi parque de ensueño?
Lo siento, lo deploro,
señora de ojos y de zorro oscuros.

Adiós, señora mía, y no se olvide que merced a mis buenas aficiones de ilusionista hindú,
sus pies de líneas puras
van pisando la grama de mis penas. ¡Oh, no, señora mía,
puede pisar la grama!

Fantasías, señora, fantasías...


Ciro Mendía.



(Penas las que tú me diste; besos los que yo te di.)



jueves, 11 de octubre de 2012

Ausencia.

Cuando pienso en ti el dolor regresa y me aplasta como hacen los niños con las hormigas. Tu ausencia es mi castigo. Aunque sé que no puedo encontrarte, recorro día y noche el laberinto. Y dentro de mi estúpido corazón el deseo de verte crece y crece como un tumor de terciopelo. Tu ausencia marca el ritmo de mis horas e insomnios. He olvidado mi nombre, he olvidado cada cosa que no se relaciona contigo. La muerte me desgasta incesante y no quisiera morir sin ver en tus ojos el nivel del invierno. La vida es corta pero las horas son infinitas. Tu ausencia me rodea, me ahoga, me desgarra. Tu ausencia es mi único pecado y mi mayor condena. Tu ausencia es el beso invisible del ansia, el verano oscuro, las caricias invisibles. Las nubes pasan, las palabras se apagan y el dolor permanece. El dolor es mi perro fiel, el guardián implacable de esta cárcel atroz, de esta celda sin paredes a la que estoy confinado. Siento tu boca que roza la mía y huye hasta el fin del mundo. Tu imagen se forma y deforma en mi mente, las fuerzas me abandonan y sólo el dolor me sostiene. El dolor es mi único alivio. Busco el dolor como los insectos buscan la luz que les quema el alma. La vida te destruye en algún remoto lugar y mi memoria perfecciona cada uno de tus rasgos. Eres como siempre el resplandor y la lágrima, la dueña imposible de mis emociones. Antes de soñar el amor ya te soñaba a ti. Estás hecha de mi sangre y de mi nombre. Sé que aunque grite no vendrás, que tu ausencia invadirá mis huesos y borrará mi imagen de la mente de quienes me conocieron y juraron recordarme. Hoy es un día soleado, estoy a la deriva en un bosque de pinos. No sé cómo llegué aquí. Estoy esperando una señal, un evento secreto. Inmóvil sobre la hierba.




Efraim Medina.



A la mujer más injusta.




domingo, 7 de octubre de 2012

Rostro de vos.

Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.

Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto
y por sabor.

Sin temblor de más
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna
maldición.

Mis huéspedes concurren
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor
yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.

Pero el rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan su hambre
miran y miran
y apagan mi jornada.

Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.

Ya mi rostro de vos
cierra los ojos
y es una soledad
tan desolada.




Mario Benedetti.


Carta.

Ojalá pudieras tú comprender tu deber de ser meramente un sueño de un soñador. De ser apenas el incensario de la catedral de los devaneos. De esculpir tus gestos como sueños, para que fueran sólo ventanas abiertas a paisajes nuevos de tu alma. De tal modo construir tu cuerpo con remedos de sueño que no fuera posible verte sin pensar en otra cosa, que lo recordaras todo menos a ti misma, que verte fuera como oír música y atravesar, sonámbulo, grandes paisajes de lagos muertos, vagas florestas silenciosas pedidas en el fondo de otras épocas, donde invisibles parejas diferentes viven sentimientos que nosotros no tenemos.
Yo no te querría para nada salvo para no tenerte. Querría que, soñando yo apareciendo tú, pudiera imaginarme todavía soñando -tal vez ni siquiera viéndote, pero quizás reparando que la luz de la luna había inundado los lagos muertos y que ecos de canciones ondeaban súbitamente en la gran floresta no explícita, perdida en épocas imposibles.
Mi visión de ti sería el lecho donde mi alma se adormeciera, niña enferma, para soñar otra vez con otro cielo. ¿Hablarías? Sí, pero que oírte fuera no oírte sino ver grandes puentes a la luz de la luna, unir las dos orillas del río que va a dar al anciano mar donde las carabelas son nuestras para siempre.
¿Sonríes? Yo no sabía nada de eso, pero mis cielos interiores estaban poblados de estrellas. Me llamas durmiendo. Yo no reparaba en eso, pero en el barco lejano cuya vela de sueño navegaba a la luz de la luna, veo marinas remotas.





Fernando Pessoa.




sábado, 6 de octubre de 2012

Ciento cincuenta palabras.




Esta noche escribí mil veces “Sí” (los conté, uno por uno) y en cada uno estaba su imagen –mil imágenes suyas pasando por una sola cabeza, que más que cabeza es puro cabello y caspa-  es como si cada gota de lluvia de hoy (por que todo el día ha llovido) me hubiese caído en un solo ojo. Como si mezclara mil cajas de plastilina de todos los colores (igual que cuando era más pequeña). Como si tuviera el cabello hasta los tobillos y una negrita en la playa me lo llenase de trenzas. Como si recortara todas las flores de mis vestidos y las sembrase… Sí, fueron muchas hojas. Pienso que ojalá de cada “sí” me salga un cuento, así al menos si usted no me deja pasar la vida viéndola, me la pasaría escribiéndole. – y eso que la he visto una sola noche (noche que bastó para espantarla)- 


J.C