sábado, 25 de mayo de 2013

Me follo tu ausencia. Dos veces.

No es que esté despeinada,
se peina así a conciencia
y está tan guapa
que hasta crea una moda en el barrio,
aunque claro las demás solo parecen
que se acaban de despertar.
A ella el flequillo no le cae por la frente
simplemente se le lanza con descaro
a acariciarle la mejilla.

La primera vez que la miré
pensé que mi corazón se había convertido
en una cajita de música.
No se que melodía trataba de tocar
pero la vida,
la misma que era una mierda cada mañana
se convirtió en un baile.

Cada vez que no apareces por mi sueños
yo los llamo pesadillas.

Si ella supiera, ella,
que se traga todo el paisaje con su presencia,
que yo, que no soy nadie,
la amo,
seguramente pasaría por mi lado con la cabeza más erguida,
con un botón de más abrochado
y no movería el culo como ahora,
como una ola que nunca rompe.

Ella solo sabe que si no anda más deprisa,
quizás pierda el autobús,
que no se puede permitir un taxi,
que en la próxima esquina está el hombre que la mira raro
que necesita un cigarro,
un beso
y otro café.
Ignora que yo la llevaría en brazos al futuro,
que si me dice - Hola-
solamente hola,
me temblaría tanto su palabra en la boca
que le haría un ático en mi sonrisa,
un estanco en el centro de mi pecho,
un café de dos suspiros
y el amor si hiciera falta
en la esquina que ahora dobla sin mirarme.

Cada vez que no apareces esta ciudad
se parece demasiado a estar conmigo
y estar conmigo se parece demasiado a estar sin ti
y estar sin ti se parece demasiado a esta ciudad.

Silbo, el último eco de la canción de mis latidos,
mastico el perfume que has dejado sin saberlo,
me follo tu ausencia. Dos veces.
Memorizo los colores de tu ropa,
imagino como duermes abrazada
a las promesas que te hiciste de pequeña
y te haces una bola en el colchón
y ruedas desde tu almohada
a este poema.

Y te sienta bien, el verso,
casi tanto como el pantalón negro
con la camisa blanca,
que sueles ponerte los jueves,
casi tanto como la flor del pelo
de aquel domingo que nos cruzamos
en una calle que se llama como tú
porque yo se lo puse.
Casi tanto como el color de tu piel
a juego con tus ojos
y con las ganas que yo tengo de abrazarte.

Y volverás a pasar deprisa,
mañana tal vez,
o el otro,
con tu cabello despeinado
persiguiendo autobuses,
necesitando un cigarro,
otro café
y algún beso.

Y yo a un simple - Hola- de distancia
te estaré esperando como siempre.


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