miércoles, 5 de enero de 2011

Día.

Desciendes como una ira infantil, lucida...
Saboreándome el clítoris,
desgarrándome los sentidos
y la soledad.


Impregnas con tinta melancólica,
una mueca de cuadros rojos,
Sonríes,
desencajando mi indiferencia,
obligándome a sacudir como un perro
bajo la lluvia.


Me pones alas
pero luego, nadando en el cielo,
una estrella me escupe,
y me hunde en un mar negro,
ajustando cada partícula de mi organismo.


Ahora, tan liviana como una pluma,
 tus fluidos se desvanecen de mi hígado descalzo,
Ahora, ni siquiera el recuerdo de tu mirada perturbadora,
 bastara para salvarme…

Ahora no hay mar, es solo para los peces.




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