domingo, 30 de enero de 2011

No hijos.



El único acto perverso en el acto sexual es la procreación. Fernando Vallejo

“¿Usted por qué tuvo hijos?” Les solté, sin contexto alguno, esta pregunta a varios amigos, familiares, conocidos y desconocidos. “Porque Dios me los mandó”, “Para conocer la pinta”, “Porque es la sensación más espectacular que uno pueda vivir”, “Porque tuve buenos padres y quise hacer lo mismo”, “Porque siempre, desde niña, he querido ser mamá (o papá)”, “Porque nos falló el condón”, “Porque me sentía muy presionado por la familia y los amigos: ¿Usted cuando es que va a encargar pues? Me decían cada rato”, “Porque matrimonio sin hijos no es matrimonio”, “Porque ya lo dice la Biblia: juntaos y multiplicaos”, “Porque son muy lindos”, “Porque sí”.

Puede que para la mayoría de los mortales bípedos cualquiera de los anteriores argumentos o criterios –si se les puede llamar así- sean suficientes para tener hijos. Puede que no se necesite ampliar tales respuestas porque las razones suenan obvias, normales, naturales. Puede que ya hemos asumido el proceso de procreación como un hecho natural –o divino- el cual no tiene posibilidad de ser cuestionado. Yo no lo veo así.

Me parece que detrás de aquellas respuestas apresuradas se esconde el nivel más alto de egoísmo. Nótese que en cada una de las contestaciones NUNCA se pensó en el otro, en el nuevo ser, ni siquiera en los intereses del otro-pareja a pesar de haber un supuesto interés común (Uno quiere tener hijos para conocer la pinta y el otro porque se siente presionado, por ejemplo). En suma, siempre priman los intereses propios, los caprichos propios. Así las cosas, pienso que tener hijos es, y siempre ha sido, una decisión de poder, es decir, de la necesidad humana de imponer la voluntad al comportamiento de otras personas (Weber) para saciar nuestros propios intereses y deseos. ¿Y qué mejor que practicar tal imposición en los propios hijos? ¿En esos seres pequeños y dependientes que no se pueden defender ni física ni intelectualmente del mal llamado amor paternal-maternal? Ser padre o madre es, de alguna forma, sentirse poderoso, y el poder es egoísmo puro.

Ahora bien, una vez saciada la necesidad de poder de los padres a través de la procreación, esta es reiterada a lo largo de la vida de los hijos. A estos se les manda, se les persuade, se les moldea (por medio de la educación), se les obliga, en suma, se les impone la voluntad (con amor, dirían muchos). Una forma de graficar lo anterior, es cuando los padres hablan de “buenos” y “malos” hijos, de “hijos agradecidos” e “hijos malagradecidos”. Los primeros se caracterizan por ser sumisos, acríticos con los pensamientos y comportamientos de sus progenitores y siguen, normalmente, sus profesiones y corrientes ideológicas: papá abogado, hijo abogado; mamá católica, hijo católico; papá heterosexual, hijo heterosexual… Los segundos, por el contrario, son catalogados como “decepciones” o como “ovejas negras”. “Cría cuervos y te arrancaran los ojos”, le dijo un día una mujer a su hijo porque éste le respondió un insulto con otro. Así pues, el hijo más querido es el hijo más obediente, y el hijo “calavera” es el hijo que rompe esquemas, modelos, voluntades, egoísmos de los padres.

Además del argumento de “poder-egoísmo” que acabo brevemente de dar, existen otras razones para no hacerle ese mal –que es dar vida, como diría Fernando Vallejo- a otros seres. Para Vallejo, cosa que comparto plenamente, tener hijos es un crimen: “¿Para qué tener hijos? ¿Para la vejez y la muerte? ¿Para que en vida los atraque el gobierno y de muerto se los coma los gusanos? Eso es un crimen, es crueldad”.

En este sentido, Vallejo les habla a quienes fueron lanzados al mundo criminalmente: “Muchachitos de Colombia: el cielo y la felicidad no existen. Esos son cuentos de sus papás para justificar el crimen de haberlos traído a este mundo. Lo que existe es la realidad. Este matadero dónde venimos a morir, sino es que a matar. En consecuencia, no se reproduzcan, no hagan con otros lo que hicieron con ustedes… Imponer la vida es el crimen máximo. Dejen tranquilo al que no existe ni está pidiendo venir de la paz de la nada. Total, a esa es la que tenemos que volver todos, entonces ¿para qué tanto rodeo?”

Tengo presente que esta forma de ver la vida, la procreación, contradice lo que nos enseñaron: “La vida es bella”, “La vida es un milagro”, “La vida es un regalo de Dios”… Si creemos en eso está bien, pero ¿qué derecho tenemos nosotros de imponer esa mirada ciega, de espaldas a la realidad, a otros seres? Ese amor del que tanto hablan los padres, no es otra cosa que un acto egoísta y criminal. El amor de padres es un pretexto absurdo para no reconocer que no fueron capaces de controlar sus vidas y por tal razón quieren controlar la vida de los demás. Por esta razón sospecho del amor de las paridoras y los paridores. No creo en sus buenas intenciones ni en su disponibilidad infinita para dar amor a sus hijos. ¿Por qué mejor no se dan amor ellos mismos y dejan en paz a quien nunca les ha hecho daño?

Volvamos ahora a los argumentos del principio. “Tuve hijos porque Dios me los mandó”. -¿Sí? Entonces por qué no le pide a Dios –al Zarco Hermoso- que le mande también un lugar digno para la vida, libre de Estado, paracos, guerrilla, políticos y usted. “Tuve hijos para conocer la pinta”. -¿Y a usted quien le dijo que era pinta? ¿Por qué esa necesidad de engendrar más monstros como usted? Y si ya conoció la “pinta”, entonces ¿por qué tiene 2, 3 y 4 hijos? ¡Monstro! “Porque siempre, desde niña, he querido ser mamá (o papá)” ¡Qué aspiraciones! Pero bueno, se puede entender, en una sociedad unos quieren ser abogados, otros comunicadores, otros sicarios, otros políticos y otros, claro está, mamás/papás. En esta misma línea se ubican quienes piensan que para ser “verdaderas mujeres” o “verdaderos hombres” tienen que tener crías. Y si fuera así, entonces el Zarco Hermoso, que nunca tuvo hijos, es un pobre mariquita y su mamá una… una… una pobre virgen. ¡Qué contradicciones!

“Porque nos falló el condón”. –Perfecto, a cualquiera le puede pasar y por eso existe la posibilidad de abortar, que es mucho más digna que la posibilidad de vivir. ¿Pero es que abortar es asesinar? –sí, es verdad, ¿pero igual la vejez no nos va asesinar? Bueno, si no es que se le adelanta una enfermedad, una catástrofe natural o, en su defecto, un cristiano. “Porque son muy lindos” -¿Sí? El gato de Shrek también es muy lindo, y los Ositos Cariñositos, y el tatuaje que tiene Marvell en las tetas. ¡Cuando van a entender los padres, o candidatos a serlo, que un hijo no es ni un French Poodle (o “Frespuder”, para hacerme entender) ni un Tamagotchi! ¡Cuando van a prender a respetar realmente la vida! ¿Y cómo se respeta la vida? Pues como se dijo: ¡NO invocándola!

Para terminar, quiero dar otras razones por las cuales no se debe tener hijos, o mejor, por las cuales no voy a tener descendencia. Razón ecológica: tanto ser humano es perjudicial para el medio ambiente. Razón económica: esta vida está muy costosa y no quiero alimentar al pollo flaco (mi hijo) con sopa a base del pollo gordo (el padre, yo). Razón Religiosa: no quiero que un cura me viole la criatura. Razón Patriótica: no quiero que los gobernantes, es decir, esos chupa sangres que elegimos por voto popular, asalten y estafen de por vida a mi niña. Razón social: no quiero que otro bípedo malombiano torture, secuestre y desaparezca a mi bebe. En fin, me podría quedar mencionando más razones pero no lo voy hacer. Si no fueron suficientes las ya mencionadas, entonces adelante, tenga un hijo, escriba un libro y siembre un árbol. Y Si es niño póngalo Jerónimo y si es niña, llámela Sofía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario