sábado, 27 de septiembre de 2014

Todo es conjuro.

El ritual de destrenzarse el
cabello, preparar un café
y fumar un cigarrillo
tiene la connotación de mil
cabezas y caras en cada
remolino de los humos.
Lo amargo del café y el cigarrillo:
el dolor de todos los ojos
que la encuentran a una (pero una
estaba buscando sombras para
taparse)

La necesidad de fumar en cada uno de
los rincones crece cual metástasis del éter,
pero es una necesidad metafísica.
Es la necesidad de ver algo  f l u í d o (y contundente)
saliendo por la boca.

Cada cosa se ha vuelto progresivamente más
fuerte:
(los sin-sentidos, los sin-amores, los sin-sabores)
y cual hembra que cose, supe volver cada –sin-
en una cadena de hilos que van en
busca de alguienes que flotan por el cielo…
(esos alguienes tienen cara de enamoradas, siendo)

la necesidad de no ser crece más fuerte
que todo
y los rincones se van
volviendo más y más pequeños,
las cadenetas más y vas envolventes,
los amargos más y más  i n c o n s u m i b l e s.

El viento pasa y desorganiza el (des)orden.
El viento pasa y me (des)organiza.

Nada está sujeto.

La nada se va desdibujando-
Las palabras, apagando-
Los humos, dispersándose-

Nada está sujeto.
La (des)vida se va yendo…

Todo lo que antes era clave

hoy es conjuro.




J.Clavelez.







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