miércoles, 7 de septiembre de 2016

Poema para un adiós dormido.

Bebé, droguita mía,
es una hora en
la que ya estás profunda,

yo no puedo

es mi vela consagrada a ti:
¿qué hacer con tu sueño indiferente?
¿para qué temblar y recordarte que vuelvas?

Cada vez será más sueño guardado
en tus ojos ya cansados de mí,
por ejemplo hoy: 
el temblor de mi llanto callado 
te dejó igual de muda.

Mientras yo me prendo toda
a la idea de que despiertes y no me olvides

toda la casa ya lo sabe:

No será caminada en mi búsqueda.

Droguita mía,
¿cómo decirle a la carne de mis venas y cabeza
que la dosis de éste día se niega a ser consumida?.



J. Clavélez.




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