domingo, 21 de agosto de 2016

Virgen de costas



Quién iba a saber
que el Pacifico
sería olas y
casas de
muchachas
amantes de quien una
ya ama,

aguamalas recogidas
en el cuello rosado
de la que 
yo

hoy,

ya con el cuerpo ido
la cara sin tiempo
la costa aporreada,

renuncio.


Y si me voy 
no es que me vaya,
no,
es que ya tengo
el cuerpo cedido
el viento sucio
las ganas esquivas


que bailan
por ventanas de cortinas blancas 
llenas de celosías rotas
como caracolas
caídas
no en mares
sino en camas


ahogadas.


Ella decía no conocer
la mar

como si en lo intimo
no se fuera
playas de ocasos que incendian
los parpados
el ombligo
las entrañas rojas
ardidas por la sal
que lloran las axilas,
los senos
la delicia
de éste amor
que ya ni se angustia
por las noches secas sin luna,
como si no fuera la dicha
responsable de arrullar
las playas
sino
las lagrimas
hechas ya
una marea eternamente
quieta.

Es decir,

que la mar
se volvió
el sueño brusco
que ya nunca atiende
una costa borrada
ojera cargada
por los pesares
de
ahora
ésta mar tan ebria

tan ajena

de sí misma.


Ella decía no conocer la mar,
como si el pacifico
no planeara
volverla 
su naufraga
y la mía..




J.Clavélez sin dios.

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